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Mis imágenes de cabecera (VIII): Trang Bang, 1972

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La mañana del 8 de junio de 1972 se produjo uno de tantos miles de crímenes contra la humanidad que sazonan todos los conflictos bélicos de la historia. Aquel día, un bombardero Douglas A-1 Skyraider sudvietnamita dejó caer sobre la aldea de Trang Bang toda su munición de bombas explosivas e incendiarias. Para entonces, todos los combatientes se habían retirado de la zona, incluyendo las fuerzas norvietnamitas. En Trang Bang sólo quedaban los aldeanos, acorralados entre los contendientes, que fueron al final los que sufrieron lo peor del bombardeo.

Cuando la cortina de fuego provocada por el ataque cesó, un pequeño grupo de civiles supervivientes salió huyendo de la aldea. La mayor parte de ellos eran niños, aunque también había madres que llevaban en brazos a sus bebés calcinados por aquella mierda inflamable y pegajosa creada en la universidad de Harvard para mayor gloria de los Estados Unidos de América: el napalm.

Para desgracia de los autores intelectuales y materiales de este nuevo crimen, esa mañana se encontraba cerca de la aldea el fotógrafo Nick Ut, que inmortalizó el inmenso sufrimiento de unos niños achicharrados y aterrorizados que escapaban como podían del infierno en el que se habían convertido sus casas. La pequeña Kim Phuc, desnuda tras arrancarse sus ropas en llamas, quemada, llorando, se convirtió en un icono del antibelicismo para el mundo entero, mientras el autor de la foto obtenía el premio Pulitzer por su puntería al retratar el horror de la guerra en toda su crudeza.

Fotografía de Nick Ut tras el bombadeo de la aldea de Trang Bang.

Por cierto, cabe señalar que la mayor parte de los impedimentos para publicar esta fotografía en los Estados Unidos se centraron en el desnudo de la niña, y no en los efectos del bombardeo indiscriminado contra civiles. En ese tenebroso aspecto de la moral estadounidense, no creo que la cosa haya cambiado mucho desde entonces.

Para finalizar esta entrada no podía dejar de insertar el vídeo del ataque, que cuarenta años más tarde sigue inspirando las mismas náuseas que cuando se filmó.


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